lunes, 14 de abril de 2008

Procurador renuncia por dignidad

Es, como decía Justo Sierra de los liberales juaristas, un hombre con la renuncia bajo el brazo. No tiene necesidad de mancharse ni de corromperse. Tampoco de aceptar órdenes que vayan contra la legalidad.

 

Tiempos de Nigromante

Arturo Rueda

 

Lecciones de dignidad

 

La renuncia de Fernando Rosales Bretón, a escasos veinticuatro días de asumir el cargo de Procurador, es un hecho sin precedentes en la vida pública de los poblanos. Se trata de un acto de integridad, de dignidad, conceptos inexistentes en nuestra clase política, acostumbrada a medrar de los cargos públicos a costa de su nombre y prestigio. Rosales Bretón llegó a la PGJ con una misión: desactivar las mafias entre ministerios públicos y agentes de la policía judicial. Terminar con las consignaciones amañadas, la venta de órdenes de aprehensión y peritajes, la corrupción alimentada por litigantes y una serie de lacras que lastran la procuración de justicia. El vértice de la mafia se encuentra en la Subprocuraduría de Averiguaciones Previas y control de procesos. La cabeza de Rodolfo Igor Archundia era imprescindible. Se la negaron en Casa Aguayo, y Rosales Bretón renunció fulminantemente con el enojo de Montero y del gobernadora a cuestas. Se va de la PGJ y tampoco regresará al Tribunal Superior de Justicia.

 

La dignidad es un privilegio que cuesta caro. Rosales Bretón llegó a juez antes de los treinta años y su impecable carrera judicial lo llevó a magistrado antes de los treinta y cinco. No hay litigante o funcionario del Tribunal Superior de Justicia que se expresara mal de él. Mucho menos algún litigante que lo acusara de corrupto; proviene de una familia acomodada y con prestigio. Su hermano, Gustavo, fue secretario de Turismo en el sexenio melquiadista y renunció a los dos meses de iniciar el gobierno. A pesar de su cargo en el TSJ, nunca abandonó su cátedra en la Escuela Libre de Derecho, su alma mater. En suma, de trata de un personaje honesto, estudioso y sin ligas con las mafias de poder local. Por eso Pacheco Pulido lo eligió para detallar los logros que tuvo su presidencia de nueve años.

 

Por íntegro y honesto, fue una sorpresa su nombramiento como Procurador en un gobierno esencialmente corrupto. Una posición riesgosa, pensaron sus amigos. Personalmente no iba convencido, pero tenía un proyecto para dignificar la procuración de justicia, después de atestiguar desde el juzgado y la magistratura las porquerías que se hacían desde la Subprocuraduría de Averiguaciones Previas y Control de Procesos. Como Procurador, ahora podría cortar el mal de raíz. Las complicidades de Rodolfo Igor Archundia, con doce años actuando de jefe de la mafia, ganaron. Después de Averiguaciones Previas, seguía la Judicial, Servicios Periciales y Control Interno. No hubo oportunidad.

 

La reacción a la renuncia de Rosales Bretón, entre nuestra clase política, fue de menosprecio. “Debió haber aguantado”, “le faltaron güevos”, fueron los comentarios comunes. Y es que a nuestros políticos –no solo los poblanos, sino en todo el país- conocen de intereses, pero no de convicciones. Por ello, cuando surge una rara avis como el ahora ex Procurador, es tildado de inocente, inmaduro, ingenuo. “¿A poco pensó que iban a cambiar las cosas?”, dice cínicamente, sonriendo.

 

Pero a diferencia de todos ellos, Rosales Bretón privilegió sus convicciones a sus intereses. No le interesa medrar del erario y tampoco sufre el protagonismo de requerir un puesto para ser alguien. De familia tiene una posición económica desahogada y su nombre no se manchó en casi quince años dentro del Poder Judicial. Es, como decía Justo Sierra de los liberales juaristas, un hombre con la renuncia bajo el brazo. No tiene necesidad de mancharse ni de corromperse. Tampoco de aceptar órdenes que vayan contra la legalidad.

 

Por eso se fue. Una forma de actuar conocida como integridad.

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