miércoles, 9 de abril de 2008

El testigo delator

La tempestad
Testigo protegido, clave en el caso del narcoalcalde
Por: Valentín Varillas Henaine 
 
Todo parece indicar que un testigo protegido de la DEA  fue quién prendió la mecha del escándalo que hoy rodea a Rubén Gil, conocido allende fronteras como el "narcoalcalde".
Se trata de alguien por demás cercano al ex edil, que conocía cada uno de sus movimientos y que probó su valía como fuente de información al revelarle a las autoridades norteamericanas los pormenores de un cargamento de 150 kilogramos de cocaína que en marzo de 2004 eran transportadas en un camión de la empresa de mudanza propiedad de Gil Campos "Gil Moving & Storage" y que era conducido por Eduardo Gil, su hermano.
Eduardo enfrenta cargos por conspiración para distribuir cocaína y posesión con intención de distribuir cocaína.
Así comenzó todo.
De ahí en adelante, las operaciones más importantes en las que estaba involucrado Rubén Gil junto con su socio Martín Nelson García y que comprenden principalmente de principios de 2005 hasta el mes de noviembre de 2007, empezaron a ser sistemáticamente detectadas por agentes de la DEA.
El centro de operaciones favorito de Gil y compañía era la zona metropolitana de Nueva York.
En junio de 2006 las autoridades detectaron un embarque de 22 kilogramos y en noviembre de 2007, el mes del proceso electoral local, en donde la lógica más elemental suponía que el principal objetivo de Rubén Gil era llevar a buen puerto su campaña, el se encontraba ultimando los detalles para la operación de un embarque de 11 kilogramos para la misma zona.
Numerosos embarques de relativamente pequeñas cantidades de cocaína eran la clave del negocio.
Si es encontrado culpable, Gil podría pasar un mínimo de 10 años y un máximo de cadena perpetua tras las rejas.
Sin embargo, la información que posee de otros hombres poderosos que podrían estar o haber estado en su momento involucrados en operaciones similares, convierten hoy al Gavilán en una pieza importante para el combate al tráfico y distribución de drogas en el noreste de los Estados Unidos.
Por eso no descarte que pudiera convertirse a su vez en potencial testigo protegido.
Y entonces sí se abriría la cloaca.
Y el salpicón de mierda sería de antología.
 
LA INEXPLICABLE SOLEDAD DE RUBÉN GIL
Pues resulta que hoy ya nadie conoce a Rubén Gil.
Los deslindes han estado a la orden del día, y los que faltan.
Un imbécil pensaría que El Gavilán es un hombre muy sólo, insoportablemente sólo y que su ascenso en el mundo del dinero y la política local son un auténtico milagro.
Y que las elecciones aquí no se ganan con apoyos, compadrazgos, padrinazgos, complicidades, conveniencias, pagos de facturas y millones y millones de pesos.
¿Por qué entonces quienes han declarado sobre el tema, los obsesivos del deslinde se empeñan en hacer el ridículo?
 



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