martes, 14 de agosto de 2007

Los delirios del chango usurpador


Los Conjurados
CAMBIO / Erika Rivero Almazán


losconjurados76@hotmail.com

Seré líder del congreso, y después, gobernador: Zavala
Yo hubiera sido el candidato a la presidencia municipal de Puebla si el PAN hubiera puesto a Ana Teresa Aranda en vez de Toño Sánchez, reconoce Javier López Zavala, y admite que su deseo personal es suceder a Mario Marín en la gubernatura. Habló sobre el exceso de protagonismo como secretario de gobernación: “Nadie, y mucho menos Javier López Zavala se mueve un centímetro más a la derecha o a la izquierda de lo que autoriza el señor gobernador. Si tuve más responsabilidad que otros, fue por ordenes del Ejecutivo”.


La misma limitante la aplica para el Proyecto Z: “mi proyecto político llega hasta donde el gobernador quiera”, y advierte que si bien no fue el candidato a la alcaldía hará proselitismo como si lo fuera: “A Blanca la favorecieron las condiciones políticas: es mujer, tiene talento y experiencia, pero sobre todo, no pertenece a la burbuja marinista. Si no fui yo el candidato fue porque tuve la visión de identificar que no era mi momento”.


Sabe que el PRI enfrentará una dura prueba en las próximas elecciones: conservar mayoría en el Congreso Local. No se atreve a asegurar la victoria, pero la esperanza descansa en que el PRI envíe a los mejores, si el marinismo quiere sobrevivir.


Fue su última entrevista como secretario de Gobernación. Era viernes por la tarde, en su oficina particular de Casa Aguayo.


No se lo dice a nadie y disimula, pero Javier López Zavala está contento: la sonrisa brota rápido, bajó 8 kilos (y va por más) y de pronto, luce fresco y relajado. Cosa rara.


La mañana del viernes, don Enrique Montero Ponce lo hizo público: Zavala se va de Gobernación para ser el número uno de la lista de candidatos a diputados plurinomiales, y los reporteros de todos los medios enloquecieron. Pero ése día, la versión no fue confirmada.


Nadie tenía la certeza: sólo el gobernador. Y la intuición de Zavala.



—¿Cómo va tu proyecto Z?


—Ese no es un proyecto anunciado en la Secretaría (ríe sonoramente, pero se niega a comentar más).



—¿Ya estás listo para entregar la Segob? Te vas de candidato a diputado plurinominal, ¿no?


— Bueno, este, si, todo puede ocurrir. Ahorita sigo siendo secretario, pero las cosas pueden cambiar. Haré gustoso lo que diga el gobernador. Este fin de semana lo sabremos. (Vuelve a sonreír).



—¿Parece que nadie quiere irse a la diputación. Dudan que el PRI será mayoría?


— Eso no es cierto, aparte de la terna (Zavala, Armenta y Carmona), muchos quieren: hay una lista como de 80 o 100 priístas. Es un riesgo, si, lo reconozco, pero también es una magnífica oportunidad para hacer excelente campaña y hacer ganar al partido.



— Las encuestas no favorecen al PRI y el marinismo peligra con perder el Congreso.


— El partido tiene que echar mano de sus mejores hombres y mujeres porque el reto es fuerte. No voy a negarlo pero también lo es para los otros partidos.



— Consideras que tu salida de la Segob para ser diputado te ayudará para que no se siga desgastando tu imagen políticamente. ¿Acaso el gobernador quiere cuidar a uno de sus hombres más cercanos?


— Yo no considero que esté afectada mi imagen, al contrario, las encuestas me ubican muy bien. La gente en las giras me echa muchas porras, me abraza, me besa, me quieren...



—¿Era necesario que como secretario de Gobernación acumularas tanta responsabilidad y poder? Tus críticos aseguran que hubo un exceso de tu parte al no delegar autoridad y que todo tenia que contar con tu aprobación.


— El ser fuerte, de confianza y ser secretario de Gobernación depende de una sola persona: de la voluntad del gobernador. Tu deber es desempeñarte en la medida de la confianza que te tenga el Ejecutivo, de lo que te deje operar, de lo que te indique hacer. Realmente todos los secretarios le rendimos lealtad al gobernador, y si alguno de nosotros puede operar mucho o poco, todo es en razón de sus ordenes.


Nadie, y mucho menos Javier López Zavala se mueve un centímetro más a la derecha o a la izquierda de lo que autoriza el señor gobernador.



—Pero ¿cómo tomas esa crítica: que acumulaste mucho poder y responsabilidad sin delegar?, ¿exceso de protagonismo?


— No, no lo considero así. Yo quiero que Puebla progrese, que viva mejor sin importar los partidos políticos, porque la pobreza no tiene color. Quiero un desarrollo integral. Además, si Javier López Zavala prácticamente duerme en la secretaría o estoy de gira, lo hago por ese deseo. Pero insisto, si tomé determinaciones fue por instrucciones del gobernador. Solamente acato indicaciones.



—Zavala: el hombre fuerte de la administración marinista, la mano derecha del gobernador. Esa es la etiqueta que muchos te colgaron. ¿Cómo crees que hiciste este papel?


—Si era necesario ser el hombre fuerte. Lo único que te puedo decir es que el estado está en paz, hay gobernabilidad, Puebla ha mejorado en seguridad pública, hemos avanzado en el proyecto carretero, en los programas de Desarrollo Social, de Mujeres. Pero para ello era necesario que hubiera paz y tranquilidad.



—Estás familiarizado con el poder y con la Segob, pero ¿te lo habías imaginado así?


— Si, desde que era estudiante universitario ya trabajaba en la Segob, desde hace cuatro sexenios, desde Mariano Piña Olaya. Me a tocado desde abrir puertas, empezar desde abajo siendo visitador. Conozco los problemas de los municipios, de los grupos...



—Te lo pregunto porque de la noche a la mañana aparecieron esas canas, los kilitos de más y tuviste problemas de salud. Todo eso no es de a gratis.


—(Suspira hondo) Bueno, si. Es una gran responsabilidad de tiempo completo, pero creo que eso depende de los estilos de gobierno de cada secretario: hay quienes ‘viven’ en la secretaría y hay quienes no. Yo soy de los que ‘viven’ aquí porque sigo la mística del servicio de Mario Marín Torres, con quien tuve la oportunidad de trabajar en 4 sexenios. Lo de la salud, bueno, no fue para tanto: fue una salmonelosis que no llegó a pancreatitis, como muchos comentaron, a Dios gracias (porque soy católico, eh). Lo de las canas, pues si, me salieron muchas canas recién llegué, jajajajaja, ni modo.



—Y si te la vivías aquí como secretario, ¿en donde está tu familia, tu mismo, qué dice tu mujer?


—Necesariamente los hombres políticos asumimos estar de tiempo completo en el trabajo. No hay elección. Pero siempre hay espacio para la familia: algunas veces la invitamos a las giras, o aquí mismo en la oficina, mi esposa me visita. Es la lucha por salir adelante, y el esfuerzo también es por tus hijos: para que vivan mejor y vean un ejemplo: cómo puedes servirle a la gente. Hay mucha necesidad. Como director del DIF Municipal, desde ese tiempo, la gente me identifica como el secretario de salud: me pedían medicamentos, prótesis, muletas. Después, en el Congreso, me pedían lo mismo y ahora como secretario de Gobernación, igual, cuando ya nada que ver. Pero trato de ser un gestor. Ésa es mi función: servir de bisagra con las demás dependencias.



—¿Cuál es la enseñanza que te dejó, políticamente hablando, la secretaría de Gobernación?


— Ser fuerte, y a la vez, conciliador. He estado en las 2 caras del gobierno. Una, la bonita, en el DIF, para apoyar a la gente que menos tiene, la discapacitada. La otra, en la Segob, la dura, la fuerte. He tratado de agotar los asuntos mediante el diálogo, la concertación. A la fecha, en mis 2 años y medio aquí solamente en dos ocasiones hemos hecho mano de la Fuerza Pública para desalojar a la gente: en el caso de los talamontes en la Sierra Negra, y el otro, al inicio del sexenio, cuando cerraron la autopista a la altura de la autopista Tlauapan.



— ¿Cuál es tu recuento de los daños como secretario de Gobernación en el escándalo del Lydiagate?


— En perspectiva te puedo decir que si hubo un antes y un después: nos sirvió para unirnos y trabajar más. Si lo vemos del lado positivo, te puedo asegurar que ‘no nos pegó’, al contrario, hubo más compromiso, más giras, más obras, entrega de tiempo completo de todo el gabinete. Y eso le convino a los poblanos. A nadie nos conviene los chismes. Demostrado está que no se violó ninguna garantía individual, el caso sigue su curso en los tribunales. En la lectura política, los partidos quisieron llevar agua a su molino, pero la verdad social existe y la gente lo sabe: por eso el estado está en paz.



Sobre el proyecto Z


— Fue una sorpresa la designación de Blanca Alcalá como candidata a la alcaldía. ¿En qué momento decidiste ya no ir por la presidencia municipal? Porque el gobernador tenía dos candidatos: tu y Roberto Ruiz Esparza.


— Decidí quedarme aquí, primero, porque en la Segob estoy desde hace 4 sexenios: me gusta lo que hago y tengo proyectos de trabajo aquí. La segunda fue que necesitábamos a una mujer, talentosa y con experiencia como Blanca. Incluso, ella sabe que yo la voy a ayudar, porque es mi amiga y soy priísta. No soy candidato a la presidencia pero como si lo fuera porque haré campaña política.



—Tus críticos opinan que rechazaste la candidatura a la alcaldía porque le sacaste al parche y sabías que ibas a peder.


— No, a mi siempre me favorecieron las encuestas y creo que es más meritorio ayudar a Blanca yo sin ser el candidato. Dicen que duele más el cuero que la camisa, pero no es mi caso. Estoy convencido que Blanca puede sumar a otros grupos del PRI porque ella no pertenece a la Burbuja Marinista y yo si.


—¿No te quedaste con las ganas? Porque querías ser el alcalde de Puebla.


— Hay que saber esperar cuando llega el momento. Este no era mi momento y supe identificarlo. El PAN no dejó pasar a un mujer (Ana Tere) pero el PRI, si. Esa fue la estrategia fundamental.


— O sea que si hubiera ido Ana Tere por el PAN, el candidato natural del PRI eras tu.

— Sí, pudiera ser.

— Y futureando: Zavala quiere suceder a Mario Marín.


— En lo personal si me gustaría, claro, pero ahora no es el momento, falta mucho. Además, hay otros aspirantes con muchas cualidades.

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