miércoles, 15 de agosto de 2007

Zavalita de película


CAMBIO / Freaks / Un clásico de lo grotesco / Zeus Munive
zeusmunive@yahoo.com.mx

Un día sin fortuna


Ese día fue gris, a pesar de estar en pleno verano. No hubo llamadas al teléfono, parecía que fueran vacaciones. Recordaba los meses de diciembre que anunciaba que dos o tres días no estaría en la oficina, por lo tanto no lo llamarían o no lo molestarían porque de plano no tomaría el teléfono, a menos de que “El Señor” lo estuviera buscando.
No fue así. Ya ni “El Señor” le llamó. Si estuviera en un país nórdico estaría nevando. Era un día frío. Este sería el inicio de un triste otoño, aunque viva, en pleno agosto, el verano de su descontento.
Ese día era un día común y corriente. Eran ya las siete de la mañana y ya había leído el periódico Cambio que decía “Zavalita se cae del ladrillo”.
“Hijos de la chingada”, pensó en voz alta al tiempo de aventar el periódico al suelo. “Perros, nomás quieren lana para que les aceiten el hocico… pero ya verán”.
Miraba su teléfono y no llegaba ninguna llamada. El nextel estuvo prendido toda la noche y sólo recibió llamadas de consolación: “¿Es verdad? ¿Te vas?”
Él sabía que se iba a un mejor encargo porque en el PRI no hay quien cubra su nivel. Ya lo había dicho en conferencia de prensa: “No hay liderazgos reales en el partido”.
“Qué no se dan cuenta”, pensaba mientras se veía en el espejo empañado por el agua caliente del baño. “Qué no se dan cuenta que si no soy yo, la gubernatura se perderá”.
El agua caliente corría en la bañera, mientras en el lavabo continuaba cayendo una gotita de agua con un hilito de sangre que brotaba de su barba casi lampiña, la cual había sido rasurada con un rastrillo corriente que le había comprado su esposa en Wal Mart.
Tras salir del baño, ya con una bata puesta, miró el celular de reojo y vio que no existían las llamadas perdidas.
Nadie.
En el nextel no había alertas en fila.
Nadie.
Se puso su traje oscuro. Desayunó algo ligero. Por fin una llamada. Era su asistente. Por primera vez no gritó, su trato fue amable, aunque no dejó de ser cortante y en momentos con cierto aire de soberbia, porque él fue el segundo hombre más importante en el sexenio: “Faltaba más. Yo fui quien realmente desarticuló la guerra del caso Cacho. No perdí los procesos electorales. A mí la prensa me ama y si no los chingo, faltaba más”, se decía así mismo cada vez que se daba cuenta que ya carecía de la vitamina “P”, la del poder.
—¿Señor? —le dijo desde el otro lado del auricular.
—Dime, ¿qué pasó?, ¿qué han dicho de mi renuncia? ¿Saben que yo seré quien coordinará la campaña? ¿Qué pasa? ¿Qué opinan?
—Pues mire, es que…
—Es que ¿qué?
—… es que no lo trataron bien, señor.
—¡Chingada madre! Para qué te tengo ahí, pendejo. Para qué. A ver, para qué cobras, cabrón. Qué no les das dinero a esos cabrones, pendejo. No te dije que les marcaras. Eres pendejo o qué. O te chingas la lana de sus convenios.
—Señor, es que tiraron línea en su contra los de siempre. Ya ve cómo son esos hijos de la chingada. Ya me enteré que los otros secretarios andan festejando su caída, señor.
—¿Mi qué? Repite lo que dijiste.
—Ssuu caída, señor.
—¡Pen-de-jo! Yo no me caí. ¿Qué?, ¿te da lana Arturo Rueda para que me maltrates, güey? Yo no me caí, no seas pendejo. Yo sólo voy a coordinar la campaña a diputados y presidentes municipales. Yo no me caí. Y qué no quedó claro que yo era el jefe del gabinete. Pero van a ver esos cabrones de lo que soy capaz. Háblales a Darío y a Alejandro. Que sigan desviando recursos. Van a ver, hijos de la chingada. Van a ver.
En el garage el chofer espera a que se suba a la camioneta. El asistente ve tristeza en su cara. Ve dolor. No le quiere decir nada, prefiere acercársele, pero no, sería demasiado, mejor no.
No recibe ninguna llamada al celular ni al nextel.
El chofer discretamente pide a su asistente que le marque para que vuelva el color y la sonrisa en su cara.
—Márcale, güey. Parece velorio esto.
—Pero ya me cagó.
—Aguántate, pendejo. Es mejor que esté enojado a que le veas esa cara de muertito, no chingues. Bueno, el jefe de por sí está refeito y sí, parece chontal, pero es buena gente, sobretodo cuando canta en las fiestas con su hermano el Fili.
Total que el asistente le marcó.
Al escuchar el sonido del nextel que tenía la canción “Sin fortuna” de ring tone, sonrió, de eso se percató en el espejo retrovisor el guarura que sirve de chofer.
—Ah, eres tú, pendejo. Si me vas a hablar para que pase al aire con el pedante del Iván Mercado, te la pelas, pendejo, te la pelas.
—No señor, es que hay unas columnas que madrean al nuevo.
—Ah sí… a güevo.
—Oye, ¿está listo el asunto de los alcaldes que me van a destapar para gobernador?
—Mmm, sí señor. Ya, el de Huejotzingo va a ser el que llevará la voz cantante, ve que es medio pendejo y a ése le reencanta lambisconearlo, señor.
—Pero que no se exceda, que no sea tan pendejo, que nadie se la va a creer.
—Ya está todo, en el Villa Rosa. A las diez. Les dimos ya el dinero a través de Sedesol para el pago del desayuno.
—Ese pinche Alejandro, es a toda madre, me cai. Ora que esté de campaña me lo voy a llevar de pedo, se la merece.
—Sí señor.
—Así me gusta, que sepa el gobernador quién es el bueno, chingados. Que no le anden engañando.
La llegada a Casa Aguayo es distinta a lo acostumbrado.
Nadie lo recibe.
Los policías de la entrada ni se le cuadran. Es más, uno de ellos intenta pedirle su identificación y le pregunta: ¿A dónde va?
—¿Eres pendejo?, o qué.
El policía ríe: “Es broma mi jefe, no se enoje”.
La prensa está en lo que eran sus oficinas.
“Orita me van a entrevistar, a huevo”.
Pero nadie lo ve.
Los flashes brillan sobre los ojos de uno que regresaba del Hades. Éste otro se veía rejuvenecido.
Las fotos y las entrevistas con el nuevo funcionario, quien pinta su raya con su antecesor: “Sana distancia con el PRI”.
Él observa. Se espera a que se despidan de él, pero nadie lo mira. Ya nadie lo ve.
Sólo se da la vuelta y se va solo a su camioneta.
En el hotel Camino Real, su anterior equipo lo recibirá.
Él les seguirá dando órdenes.
Con una lágrima casi grita: “Yo soy inamovible. De eso se trata esta elección. De eso se trata esta elección. De eso se trata esta elección. De eso se trata esta elección De eso se trata esta elección De eso se trata esta elección De eso se trata esta elección De eso se trata esta elección De eso se trata esta elección De eso se trata esta elección De eso se trata esta elección De eso se trata esta elección De eso se trata esta elección De eso se trata esta elección De eso se trata esta elección De eso se trata esta elección De eso se trata esta elección De eso se trata esta elección De eso se trata esta elección De eso se trata esta elección De eso se trata esta elección De eso se trata esta elección De eso se trata esta elección De eso se trata esta elección De eso se trata esta elección De eso se trata esta elección De eso se trata esta elección De eso se trata esta elección”.



Nota:

Los personajes son ficticios y cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
No se dañaron animales y mascotas durante la filmación

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