martes, 14 de agosto de 2007
Cae el caco de Casa Aguayo
Foto diseño: ALma Llorante
Texto: Mario Alberto Mejía
La Quintacolumna
de Mario Alberto Mejía
quintacolumna2005@gmail.com
De Casa Aguayo al Palacio de las Intrigas. La política es simbolismo puro.
La siguiente historia tiene que ver con todo esto.
En 1997, en plena Era Bartlett, el gobernador decidió sacar a Mario Marín Torres de la Secretaría de Gobernación para enviarlo a dirigir el Comité Directivo Estatal del PRI.
Justo el día en que Marín asumió el nuevo encargo, Manuel Bartlett dijo en su discurso que en esos momentos –en pleno proceso electoral federal- era más importante el PRI que la Secretaría de Gobernación.
Marín salió de Gobernación, se fue al PRI, ganó junto con su jefe y entendió que el camino estaba abierto para ser, en su momento, gobernador del estado.
Este fin de semana, en plena Era Marín, el gobernador decidió sacar a Javier López Zavala de la Secretaría de Gobernación para enviarlo al PRI como operador de las campañas y como candidato a diputado plurinominal.
La tesis es la misma: en esos momentos –en pleno proceso electoral local- es más importante el PRI que la Secretaría de Gobernación.
La historia que viene también podría ser similar: López Zavala salió de Gobernación, se va al PRI, podría ganar junto con su jefe y entenderá que el camino está abierto para ser, en su momento, gobernador del estado.
Sólo una piedra hay.
Y ésta tiene un nombre: Mario Montero Serrano.
Furioso porque piensa que detrás de su derrota ante Rafael Moreno Valle Rosas y Humberto Aguilar Coronado, en julio de 2006, estuvo, entre otros, López Zavala, el hijo de Enrique Montero Ponce –el único periodista poblano con dos hijos notarios- viene, ya se ve, en busca de venganza.
No es para menos.
Luego de su dolorosa derrota el hoy secretario de Gobernación entrante fue virtualmente exiliado por la clase política.
En otras palabras: nadie le tomaba las llamadas, nadie le reportaba nada, nadie lo invitaba a algo.
Con el rencor clavado en lo más íntimo, Mario Montero regresa hoy a cobrar facturas, pese a que el destino inmediato del gobernador esté de por medio.
Y es que su ánimo revanchista es superior a todo.
Poco, o muy poco, le importa que si el PRI pierde el Congreso las cosas se pondrán difíciles para los marinistas.
Como un personaje shakesperiano, el nuevo titular de Gobernación viene con la daga en la mano.
Eso sí: envuelto en la simulación.
Fiel a su estilo.
Lo que no sabe es que una caída priista –pongamos trece distritos uninominales y poco más de cien presidencias municipales- significará una nueva derrota para él, quien es un verdadero conocedor del tema.
¿Cómo olvidarlo?
Perdió la puja contra Carlos Alberto Julián Nácer en el 2001.
Perdió la puja contra Enrique Doger Guerrero en el 2004.
Y perdió la contienda federal, en el 2006, contra Moreno Valle y Humberto Aguilar Coronado.
De ahí que una nueva derrota ya no le pega al perdedor.
Por lo pronto habrá que estar atentos a lo que viene.
Y es que Casa Aguayo será, sin duda, el nuevo Palacio de las Intrigas.
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