martes, 5 de febrero de 2008

Tortura en la Procu

Muerte en la Procuraduría

 

   E. Nuñez / Intolerancia

 

Por más que las autoridades judiciales intenten justificarlo, la realidad es que la muerte de Alberto Ramírez Rodríguez en los separos de la Procuraduría de Justicia nos lleva a sospechar que a los judiciales se les pasó la mano.

Como se desprende de las propias actuaciones, es evidente que existe una serie de incoherencias en todas las declaraciones de los dos agentes de la Policía Judicial.

Existen dos historias. Empecemos por la de los dos judiciales.

Según su declaración, detuvieron a un personaje en la avenida Juárez, ya que se puso nervioso cuando los vio y apresuró el paso. En ese momento lo abordaron y le encontraron una ganzúa la cual presumieron que utilizaba para robar casas habitación, por lo que decidieron llevarlo a las instalaciones de la procuraduría en donde al llegar a las oficinas del Área de Seguridad y Registro del Sistema AFIS, empezó a toser y a vomitar un líquido verdoso. Entonces notaron que se le dificultaba respirar y que luego perdió el conocimiento sin que pudieran hacer nada para impedir su muerte.

A la declaración, se suma una serie de actos que demuestran lo expedita que puede ser la procuraduría cuando le conviene, integrando a sus actuaciones el reporte de la muerte a las tres de la tarde, luego, a las tres y media cuando figura el levantamiento del cadáver, a las ocho que ponen a disposición del ministerio público a los dos agentes y a las once cuando los dejan en libertad.

Como podía suponerse, en primera instancia el médico legista determina que no existen pruebas de tortura y que la muerte proviene de una bronco-aspiración y el posterior paro cardíaco.

Ahora bien, la versión oficial dista mucho de la versión de los familiares del occiso. Lean y juzguen.

El hermano del fallecido dice que ambos fueron “levantados” por dos vehículos y que a él lo llevaron con rumbo a Atlixco mientras que a su hermano lo subieron a otro automóvil.

Que tras un calvario de unas dos horas, logró escapar y que de inmediato presentó la denuncia de los hechos ante el MP de Atlixco. Que por la noche de ese mismo jueves acudieron a la Procuraduría de Justicia y que les dijeron que no existía ninguna persona detenida con esas características. Que fue hasta el sábado por la noche cuando se les llamó para informarles que tenían el cuerpo de una persona como la que buscaban en el anfiteatro.

A grandes rasgos, ésas son las dos historias.

Sin el ánimo de ser adivino, dejo en el aire algunas preguntas.

¿Detienen a una persona por una ganzúa?

¿Sin más ni más le da tos, se agacha y “vomita verde”?

¿Agachado vomita y se empieza a asfixiar?

¿Nadie llama a una ambulancia ni a un doctor?

¿Qué no hay médicos en la Procu?

¿A las tres se muere y a las tres y media levantan el cadáver?

¿A las ocho detienen a los judiciales y a las once los sueltan?

¿Por qué tanta prisa?

¿Para quién trabaja el médico legista?

¿Por qué mentirle a los familiares sobre la muerte?

¿Por qué ocultar la noticia del jueves hasta el sábado?

¿Qué no era un accidente?

 

La gota que derramó el vaso

Y si todo lo anterior no fuera suficiente, la información y las fotografías que hoy presenta Alfonso Ponce de León en las páginas 38 y 39 son pruebas fehacientes de las irregularidades cometidas por los funcionarios de la Procuraduría de Justicia, las cuales implican claras violaciones de índole penal.

 

Zavala por Cancún

Quienes entregaron buenas cuentas fueron los operadores priistas poblanos que hicieron base en Cancún para resucitar al candidato a la Presidencia Municipal de ese municipio cuando estaba 14 puntos abajo del candidato perredista.

De esta forma, el que se ha convertido en un experto en estas lides es Javier López Zavala quien fue con la encomienda directa de su jefe político de apoyar en Quintana Roo. A Zavala se le sumaron 54 poblanos, quienes trabajaron más de dos meses para voltear las tendencias negativas.

 

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