viernes, 22 de febrero de 2008

El día del fin de Z en SEGOB

El día que Zavala dejó Gobernación

  Javier López Zavala, el superhombre del sexenio marinista, salió a hurtadillas de Casa Aguayo

 

 

Mario Martell / Foto Rodolfo Pérez

Intolerancia / Ago 2007

 

Javier López Zavala, el superhombre del sexenio marinista, salió a hurtadillas de Casa Aguayo.

La bufalada monterista contrastó frente a la desolación de los colaboradores del “proyecto Z”.

Zavala acató —de manera institucional versión priista para decir “sumisa”— el mandato del gobernador Marín.

Montero Serrano pintó la raya de su antecesor afirmando que mantendrá una buena relación con integrantes del gabinete y una distancia prudente separará la Secretaría de Gobernación del PRI.

López Zavala improvisó sus oficinas en el Camino Real. Y fiel a los cánones de Reyes Heroles, ahogó sus penas en un vasito de leche tibia.

Incrédulos ante el movimiento ordenado por el gobernador Marín Torres, los funcionarios del zavalismo en un rictus severo miraban al entrante secretario Mario Montero Serrano que posaba sonriente y bonachón para las fotos.

La diáspora arrastró a funcionarios leales del futurista “Proyecto Z”.

Por ejemplo, el hasta ayer por la mañana director de Participación Ciudadana, Gerardo García Ramírez —candidato del PRI a una regiduría por Puebla capital y quien la semana pasada repartió becas a los rechazados de la UAP como si fueran tinlarines de proselitismo electoral— pidió audiencia con el nuevo secretario de Gobernación para suplicarle que lo mantuviera en el puesto. Mejía se anotó con la secretaria de Montero para que le dieran audiencia.

Sin los reflectores de la prensa, apenas cobijado por sus colaboradores, el otrora poderoso secretario de Gobernación cedió su puesto al notario Mario Montero Serrano con quien mantuvo diferencias políticas durante la campaña electoral pasada.

Es más, no hubo ayer besamanos ni despedidas cariñosas en la escapatoria del saliente secretario de Gobernación, López Zavala, hacia las campañas políticas. Fue un acto de sigilo político.

Como maniquíes enlutados, los zavalistas guardaron su riguroso minuto y cachito de silencio.

Una tibia porra au revoir de sus leales colaboradores para el exsecretario en el salón adjunto a la oficina del secretario de Gobernación. Después de la breve porra, apareció Montero Serrano, detrás de él, López Zavala y sus colaboradores, quienes hicieron mutis.

 

Desde antes de las ocho de la mañana los secretarios del gabinente marinista acudieron a la toma de protesta del nuevo secretario de Gobernación.

América Soto fue de las primeras en llegar para saludar a Montero, mientras que Víctor Manuel Giorgana Jiménez llegó barrido a la cita.

Los operadores zavalistas como el exdiputado Rodolfo Herrera Charolet ni siquiera pudieron pasar a la toma de protesta del secretario entrante.

Hasta los secretarios fieles a Zavala como el talentoso exvalores juveniles Bacardi, el melómano Darío Carmona —rostro descompuesto— y Alejandro Armenta Mier —éste como chico bien portado madrugador, linda corbata, y de los primeritos en llegar a la sede de gobierno— se desvivieron en elogios para el nuevo secretario de Gobernación.

Pero al contrario, mientras López Zavala dejó sus oficinas en el ostracismo y refugiado en algunos de sus colaboradores quienes renunciaron a la dieta gubernamental para “irse a campaña”, el nuevo secretario de Gobernación, Mario Montero Serrano, no se cansó de sonreír, de saludar de a besito a las reporteras, de estrecharle la mano y abrazar a quienes se formaron para el besamanos.

La bufalada monterista contrastó frente a la desolación de los colaboradores de López Zavala.

Joé Hernández Corona y Armando Toxqui se formaron a unos cuantos metros del nuevo secretario de Gobernación.

Los otrora poderosos funcionarios del zavalismo —hasta sin traje— parecían gatitos ciscados, perritos sin su carnaza, dándole vuelo a las metáforas zoológicas, las urracas parecían blancas palomitas trinando por su alpiste.

Incrédulos ante el movimiento ordenado por el gobernador Marín Torres, los funcionarios en un rictus severo miraban al entrante secretario que posaba para la foto.

Colaboradores de López Zavala, como Gerardo Mejía Ramírez, hicieron el “megaoso” del día, digno del Youtube.

El hasta hoy por la mañana, el director de Participación Ciudadana —y quien la semana pasada repartió becas a los rechazados de la UAP como si fueran tinlarines de proselitismo electoral— pidió audiencia con el nuevo secretario de Gobernación para suplicarle que lo mantuviera en el puesto.

Una vez que presentó su renuncia —como el resto de los colaboradores zavalistas— el exfuncionario regresó para pedir su permanencia en el puesto a pesar de que Mejía Ramírez —según presumió— está en la lista de regidores de la priista Blanca Alcalá Ruiz, como parte de la inclusión zavalista en la codiciada lista.

Los exfuncionarios del secretario sólo miraban con recelo y envidia la llegada del nuevo secretario.

Sus rostros eran secos. Frías estatuas de escenografía de películas del Santo contra las Momias Peludas o algo así, diría Shakira.

Rostros luidos, un ambiente tenso, sonrisas forzadas; los excolaboradores demudados, convidados de piedra a la salida de su jefe a quien apenas hace unos días le auguraban al “Proyecto Z” la propiedad de la Secretaría de Gobernación.

Cobijado por su equipo de trabajo —el cual presentó en bloque su renuncia a la dieta gubernamental— el designado supersecretario de la administración marinista abandonó sus oficinas para proseguir el “Proyecto Z” operando la campaña priista y de ahí al Congreso como superdiputado y de ahí —nuevo brinco inexorable— a la campaña a gobernador y luego a la gubernatura, según lo relatan impúdicamente los exégetas y apologistas del exsecretario.

Los colaboradores de Zavala presentaron en bloque su renuncia por instrucciones del gobernador, trascendió.

De inmediato la gente de Montero sustituyó a los salientes. La moraleja es casi lógica en todos los mundos posibles: para algunos “The dream is over” —música lenonista plis— para otros “The best is yet to come” —sólo de sax de Groove Washington Jr.—.

 

 

 

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