| Tiempos de Nigromante 
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|   La crónica de la victoria IV:   elección de Estado   Javier López Zavala, vestido todavía de secretario de Gobernación, lo anunció   antes que nadie en una reunión reportada por Lety   Ánimas desde Xicotepec: en las elecciones locales, el PRI y el gobierno serían la   misma cosa. El retorno, vaya, de la elección de Estado   ante la falta de contrapesos   e instituciones de vigilancia. ¿Y qué debíamos entender por elección de   Estado? Pues el dinero   público destinado a subsidiar la campaña electoral del   partido. Como en los viejos tiempos. Igual que en los años   dorados del priísmo, cuando era partido hegemónico,   invencible. Moralmente, reprobable. Políticamente, eficaz.   Ganar a cualquier costo.   Así que los panistas no pueden llamarse   traicionados, porque fueron avisados de antemano. Y en lugar de trazar una   estrategia de denuncia   permanente, una guerra de fuego cruzado   en la que los costos de abusar del dinero público fueran altísimos, callaron.   Su ingenuidad   política los llevo a pensar que sería el propio   gobierno marinista quien se autocontendría en   sus excesos. Hoy pagan el costo. Fueron barridos por la maquinaria del PRI-gobierno.   Burócratas de alto, mediano y bajo nivel que se convirtieron en promotores   del voto. Sus hijos, amigos y familiares, en promovidos-obligados a   asistir a las urnas para sufragar por el tricolor. Tinacos, bolsas de   cemento, lámina y un sin fin de artículos comprados con recursos   del ramo 33 para combatir la pobreza fueron ofrecidos a los electores para   comprar su voto.    En una elección   de Estado, por supuesto, hay pan pero también palo.   Mecanismos de control   corporativo ejercidos desde el gobierno marinista.   Cientos de concesionarios del transporte público y taxistas dispuestos a   movilizar el voto, coaccionados precisamente con no renovar sus títulos en   caso de abstenerse.    Funcionarios públicos obligados a promover el voto para no perder su empleo.   Y un muy  largo etcétera. Donde hay un requisito impuesto por   el gobierno estatal para ofrecer un servicio u obtener un contrato,   hay un mecanismo de control al que siempre se recurre a la hora de pedir el   voto. El caso de los radiodifusores con la autocensura a los spots preciosos es paradigmático.   En Puebla sí   hubo una elección de Estado operada sigilosa y discretamente   por el gobierno marinista. El primer actor de la confusión PRI-gobierno, Marín,   dada su posición de extrema debilidad, nunca defendió públicamente a su partido.   Jamás dio una declaración a favor del tricolor, pero en corto y en la   oscuridad, se dedicó a pedir el voto a alcaldes, empresarios, líderes de opinión y caciques   regionales. Su representante público en la   operación electoral directa fue Javier López Zavala. Marín no debía aparecer   en público para dar la apariencia de una normalidad democrática.   Rafael Micalco, como dirigente estatal,   nunca tuvo la calidad   moral ni el liderazgo político para denunciar con   firmeza la elección de Estado antes de que los atropellaran. Como plañidera,   en plena derrota aplastante, utiliza el argumento para defenderse como gato   boca arriba. Llora como mujer lo que no supo defender como hombre.   Micalco y la mayoría de los   liderazgos panistas no tuvieron calidad moral   porque la historia ya probó que las elecciones de Estado, las confusiones   entre gobierno y partido, no son patrimonio exclusivo del PRI. Y es   que sobre el asunto tienen mucho que decir Felipe Calderón, Vicente Fox   y Manuel Espino, que con una elección de Estado derrotaron a López Obrador   en las presidenciales del año pasado. La estructura del gobierno federal se   volcó a favor del partido. El entonces Presidente Fox,   un día sí y otro también se lanzó contra el tabasqueño que enfrentó a dos   rivales en la misma elección: al Presidente y al candidato Calderón. Los   grandes empresarios proveedores y contratistas del gobierno federal, y sus   beneficiarios de esquemas fiscales inequitativos, pagaron   spots contra el perredista   y violaron la ley   electoral.   El panismo ya no tiene calidad moral   para denunciar elecciones de Estado. Ellos pusieron la muestra del agandalle.   No pueden quejarse hoy de lo que hicieron ayer.    La elección de Estado que sufrió Puebla deberá hacer que el PAN se   replantee su papel como oposición complaciente y poco firme,   siempre dispuesta a pactar y a legitimar a cambio de migajas.   Todas las posibles instituciones de control al gobierno marinista han sido avaladas desde el panismo en el Congreso del   Estado. Ellos le dieron a Marín las armas con las que iba a   derrotarlos.   El recuento que Selene Ríos hizo en Dios en el poder no podría   ser más exacto. Los panistas avalaron las peticiones de deuda multimillonaria;   el nombramiento de Cándido Flores Mendoza en la CAIP y de Samuel Rangel; aceptaron detener la investigación   por el escándalo Cacho; hicieron ojos ciegos en los gastos millonarios   de rehabilitación de imagen; aprobaron los presupuestos y las cuentas públicas   del marinismo, así como el nombramiento del nuevo titular del ORFIS y la   renovación de los órganos   electorales.   En suma, han sido una oposición blandita. Solo   en los tiempos en que fueron oposición dura, cuando el PAN poblano saltó al   escenario nacional de la mano de Ana Teresa Aranda, tuvieron los mejores   tiempos y llegaron a gobernar, en el 2001, al 44 por ciento de los poblanos.   Hoy, según el análisis de Sergio Cortés en La Jornada de Oriente, sólo   gobernaran al 18 por ciento. ¿No tendrían que empezar a endurecerse?     | |
jueves, 15 de noviembre de 2007
El PRI y el Gobierno son la misma cosa
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