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La sucesión de Marín ya no está adelantada, sino sobrecalentada. Los ánimos se han encendido, y no hay árbitro a la vista porque todas las partes han privilegiado sus intereses en menoscabo del de sus partidos. El sobrecalentamiento en el PRI es todavía más grave que en el PAN, una vez que la polarización de Enrique Doger y Javier López Zavala arrastra de una forma u otra a la clase política e incluso a la periodística. El mediador por excelencia de la carrera, el gobernador, no puede y tampoco quiere enfriar el proceso ya que él mismo tiene sus intereses puestos en su proyecto transexenal. Y de los ex gobernadores que podrían influir con su consejo, Manuel Bartlett y Melquíades Morales, como saben que no serán escuchados, prefieren hacerse a un lado.
¿Quién parará los ánimos encendidos, entonces?
Uno de los posibles árbitros es el secretario de Gobernación. Sus funciones políticas, así como su alto grado de lealtad con el gobernador, lo hacen el interlocutor ideal para detener el sobrecalentamiento global de la sucesión. Mario Montero, sin embargo, no está interesado en frenar ni a López Zavala y tampoco a Doger. ¿Por qué? Porque sabe que uno y otro, en la medida en que se desboquen, y pesar de su alto posicionamiento, dejarán de ser una opción válida al polarizar a los priístas. Y a río revuelto, ganancia de pescadores. Con el titular de la Sedeso y el ex alcalde enfrentados a muerte, Montero, en sus cálculos, automáticamente se convierte en un Plan B para el gobernador. Por ello, el titular de la Segob, si no alienta la madriza entre las Némesis, la deja pasar en beneficio propio.
Otro mediador ideal, en la lógica priísta, es el delegado del Comité Ejecutivo Nacional. Pero la Comandanta Paloma, quien tiene en su biblia un logotipo tricolor por aquello de que Dios es priísta, también ya tiene candidato. Más bien, candidata. Ella le apuesta, igual que Montero, a que entre Doger y Zavala se descarrilen. Su Plan B, como diría Zeus Muníve, es de Blanca Alcalá. Cuestión de género. Paloma Sebastián Guillén llegó a Puebla en el 2007 con una instrucción clara de Beatriz Paredes: cuidar a Alcalá de los tiburones marinistas para evitar que la devoraran. La Comandanta cumplió bien su cometido, y sigue aquí con la misma misión. Convencer y alentar a Blanca Alcalá de que sí puede pelear la grande. Tiempo al tiempo.
De tal forma, como árbitros, descartamos a Mario Montero y a la Comandanta Paloma. ¿Quién queda?
Ni pensar en Alejandro Armenta. Si afiliación al Proyecto Z, ratificada en sus declaraciones sobre la manta en la CNOP que promociona a Zavala con un diplomado en manualidad, le quita cualquier autoridad moral o política. Se trata, simplemente, de un empleado dedicado a obedecer órdenes. Ni siquiera en la región de la que es originario tiene algún tipo de fortaleza. Perdió estrepitosamente Felipe Ángeles, un minúsculo municipio en el que se volcó la estructura social de la Sedeso, y ni así pudieron sacar el resultado.
¿Tiene Armenta la autoridad política para llamar al orden a los acelerados? ¿A obligarlos a que firmen acuerdos? ¿Tendrá por lo menos autonomía o sentido común para hacer lo que más le convenga al tricolor? Por supuesto que no. Un empleado obedece órdenes. Y él es un empleado del Proyecto Z.
Manuel Bartlett y Melquíades Morales, ex gobernadores con prestigio moral y autoridad política, hace tiempo que están lejanos de la clase poblana. Quizá si alguien se acercara a ellos a pedir consejo, podrían darlo. Pero la soberbia del marinismo no lo permitirá. Sobretodo, hace falta aquel consejo: “hay que ponerse una bolsa de hielos en la cabeza”. Les hace falta a muchos.
Si el gobernador no es árbitro, y tampoco les interesa al secretario de Gobernación y a la Comandanta Paloma, y con un Presidente priísta deslegitimado, ¿quién podrá mediar entre los grupos?
¿Quién parará los ánimos encendidos, entonces?
Uno de los posibles árbitros es el secretario de Gobernación. Sus funciones políticas, así como su alto grado de lealtad con el gobernador, lo hacen el interlocutor ideal para detener el sobrecalentamiento global de la sucesión. Mario Montero, sin embargo, no está interesado en frenar ni a López Zavala y tampoco a Doger. ¿Por qué? Porque sabe que uno y otro, en la medida en que se desboquen, y pesar de su alto posicionamiento, dejarán de ser una opción válida al polarizar a los priístas. Y a río revuelto, ganancia de pescadores. Con el titular de la Sedeso y el ex alcalde enfrentados a muerte, Montero, en sus cálculos, automáticamente se convierte en un Plan B para el gobernador. Por ello, el titular de la Segob, si no alienta la madriza entre las Némesis, la deja pasar en beneficio propio.
Otro mediador ideal, en la lógica priísta, es el delegado del Comité Ejecutivo Nacional. Pero la Comandanta Paloma, quien tiene en su biblia un logotipo tricolor por aquello de que Dios es priísta, también ya tiene candidato. Más bien, candidata. Ella le apuesta, igual que Montero, a que entre Doger y Zavala se descarrilen. Su Plan B, como diría Zeus Muníve, es de Blanca Alcalá. Cuestión de género. Paloma Sebastián Guillén llegó a Puebla en el 2007 con una instrucción clara de Beatriz Paredes: cuidar a Alcalá de los tiburones marinistas para evitar que la devoraran. La Comandanta cumplió bien su cometido, y sigue aquí con la misma misión. Convencer y alentar a Blanca Alcalá de que sí puede pelear la grande. Tiempo al tiempo.
De tal forma, como árbitros, descartamos a Mario Montero y a la Comandanta Paloma. ¿Quién queda?
Ni pensar en Alejandro Armenta. Si afiliación al Proyecto Z, ratificada en sus declaraciones sobre la manta en la CNOP que promociona a Zavala con un diplomado en manualidad, le quita cualquier autoridad moral o política. Se trata, simplemente, de un empleado dedicado a obedecer órdenes. Ni siquiera en la región de la que es originario tiene algún tipo de fortaleza. Perdió estrepitosamente Felipe Ángeles, un minúsculo municipio en el que se volcó la estructura social de la Sedeso, y ni así pudieron sacar el resultado.
¿Tiene Armenta la autoridad política para llamar al orden a los acelerados? ¿A obligarlos a que firmen acuerdos? ¿Tendrá por lo menos autonomía o sentido común para hacer lo que más le convenga al tricolor? Por supuesto que no. Un empleado obedece órdenes. Y él es un empleado del Proyecto Z.
Manuel Bartlett y Melquíades Morales, ex gobernadores con prestigio moral y autoridad política, hace tiempo que están lejanos de la clase poblana. Quizá si alguien se acercara a ellos a pedir consejo, podrían darlo. Pero la soberbia del marinismo no lo permitirá. Sobretodo, hace falta aquel consejo: “hay que ponerse una bolsa de hielos en la cabeza”. Les hace falta a muchos.
Si el gobernador no es árbitro, y tampoco les interesa al secretario de Gobernación y a la Comandanta Paloma, y con un Presidente priísta deslegitimado, ¿quién podrá mediar entre los grupos?
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