Escoja a su columnista Uno de los temas que es evidente en los medios de comunicación poblanos es la guerra de los guaruras.
Los periodistas —incluido el que esto escribe— perdieron (perdimos el rumbo).
De pronto, sin saber cómo, cuándo ni dónde comenzamos a escribir sobre los mismos personajes casi todos los días: Javier López Zavala, por ser el delfín del gobernador. Enrique Doger en dos vertientes: quien lo acusa de haber hecho negocios con autos chatarra —como lo hiciera Rafael Cañedo Benítez, ¿te acuerdas Pablo Fernández del Campo?— y quien lo defiende al hacerlo una víctima.
Rafael Moreno Valle Rosas, quien también es atacado por dos vertientes: por ser un ex priista y al asegurar que no lo van a querer en El Yunque y la otra en el sentido de que es quien mejor está posicionado en las encuestas. Aunado al apoyo de algunos periodistas a Humberto Aguilar Coronado y/o Anatere.
Javier García Ramírez por las obras millonarias que ha hecho con todo y su obligada comisión del 20 por ciento y/o porque es un santo como el negrito Tomás de Héctor Suárez, que no dice ninguna grosería.
Otro tema más es el gobernador, pues hay quien lo critica (una minoría), quien lo defiende o quien de plano lo ignora y hace pocas referencias a él.
No obstante, en todos estos temas parece que los que escribimos (no todos, of course) estamos como guaruras de algunos de estos personajes arriba mencionados. Y es un cinismo en el que hemos —escribí hemos— caído, pues ya sin ningún rubor salimos a la defensa o al ataque de tal o cual aspirante a la gubernatura.
Sé que puedo ser criticado por esto que estoy escribiendo, pero es una realidad bárbara. Los periodistas (me incluyo y no son todos) nos hemos convertido en una suerte de guaruras o guardaespaldas que damos asco cada que salen las columnas publicadas. Algunos que trabajan en medios de comunicación se han atrevido a decir que son instrumentos de tal o cual (sorry, no voy a dar nombres) medio, pero lo han dicho, yo los he escuchado.
Y la labor periodística se quedó abandonada en una campaña para posicionar a uno y para desprestigiar a otro. Ahora, tampoco me estoy desgarrando las vestiduras e inmolando es parte del acontecer de estos años.
No.
Simple y sencillamente que ya da hueva. ¿No lo creen así?
Cosa curiosa cuando la crítica es en exceso de un lado hacia otro pierde credibilidad, pues se interpreta como campaña. Y el aludido a lo mejor al principio se espanta o se mueve, pero cuando los madrazos son diarios se vuelve una campaña y pierde un valor periodístico, ya que quien cometió el ilícito simple y sencillamente lo toma a la ligera: “Ah, son esos del periódico… (coloque el nombre que se le antoje según sus agravios)” y la investigación periodística, si es que la hubo, queda totalmente destruida y en el bote de basura.
Es una guerra de guardaespaldas que juegan o jugamos a atacar a los otros guardaespaldas y éstos últimos hacen exactamente lo mismo.
Lo más interesante es cuando aparecen los seudónimos, pues quienes los usan se burlan de quienes sí le ponemos nombres y apellidos a nuestros textos, ya que quienes firmamos con nuestros nombres tenemos el valor para arriesgarnos. En fin, es cuestión de estilos. Hay algunos periodistas que viven en conspiraciones políticas y hay otros que sólo les interesa informar y echar desmadre.
Recuerdo que alguna vez fui de estos últimos.
Ésta es una guerra que cada día se pone más interesante. Y, por supuesto, que va a seguir ya que la apuesta de unos es alcanzar el poder y eso se gana con guerras de columnas y chingadazos, piensan.
Vale, por eso se acabó el periodismo en las páginas poblanas y por eso se volvió más importante la columna periodística.
Hay un error cuando se piensa que en las columnas se obtendrán los votos, pues el columnista más leído debe alcanzar alrededor de mil 200 a mil 400 visitas diarias en páginas de internet. El menos andará por las 200 y éstas sólo son lecturas de quienes ya tienen definidas sus preferencias políticas. Entonces, todo lo demás es una bonita chaqueta mental.
Y sí, por supuesto que me estoy mordiendo la lengua porque por supuesto que en esta guerra las cosas van a continuar así y se van a poner peor, y por supuesto que se comprará uno u otro diario para ver qué piensa tal o cual.
Ni hablar, así es esto del abarrote. Lo malo es que uno pierde como reportero, periodista y columnista, pues queda etiquetado de tal forma que pierde su identidad como persona pensante, ya que estúpidamente piensan que todo lo que uno dice o escribe es parte de una conjura o de algún dictado.
No siempre es así.
Y es que como diría John Lennon: El sueño ha terminado.
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