miércoles, 18 de junio de 2008

Mario Marín, ¿el gobernador de la entrega del poder?


Debate
Roberto Desachy
Mario Marín Torres · Cambio/ Foto/ Archivo/ Tere Murillo
En el priísmo tradicional se entendía que “gobernador no pone gobernador”, ya que era el presidente de la República quien definía esa postulación y los demás lo acataban. Todo comenzó a cambiar, incluso antes del 2000, cuando Ernesto Zedillo Ponce de León debilitó la investidura presidencial y permitió el surgimiento del “sindicato” de ejecutivos estatales, hoy la Conago.

Así, Manuel Bartlett Díaz inventó a su secretario de Finanzas, José Luis Flores Hernández, como precandidato a la gubernatura, aunque no se decidió a imponerlo, pese a la docilidad del priísmo poblano, porque eso implicaba dejar a un lado sus propias aspiraciones presidenciales y, en consecuencia, dejó a Flores Hernández colgado de la brocha cuando el CEN del PRI (encabezado por Mariano Palacios Alcocer) y Gobernación federal regularon el proceso.

Pese a beneficiarse de un proceso democrático interno, Melquíades Morales Flores se convirtió en un acérrimo enemigo de las consultas a la militancia y dejó que su delfín, Rafael Moreno Valle Rosas, usara el poder gubernamental en beneficio de su precampaña, que lleva 9 años y que lo llevó del PRI al PAN.

Moreno Valle se convirtió en el repartidor de presupuesto estatal, que le sirvió para sus aspiraciones, hasta que dejó al melquiadismo y se pasó a las filas de Elba Esther Gordillo Morales, quien lo llevó al panismo e impuso como senador. El Plan B de Melquíades Morales era Germán Sierra, mientras su principal rechazo se centraba en Mario Marín Torres, que en ese entonces era el precandidato incómodo.

A través de terceros, el ex gobernador pidió a Sierra Sánchez que lo “respetara” no haciendo campaña y que él haría candidato, ya que el melquiadismo rechazaba – en serio – al aspirante que “no lo respetó” y que se pasó haciendo proselitismo 3 años: Mario Marín.

Al final, las encuestas y la posibilidad de mantenerse en política llegando al CEN del PRI impidieron que Melquíades Morales cumpliera su promesa con Sierra Sánchez, sobre todo después de que Roberto Madrazo, dirigente nacional del partido, le pidiera al gobernador tomar en cuenta a las encuestas y nominar a un candidato ganador, que dos años después le pudiera ayudar a ganar la contienda presidencial.

Así, Morales Flores tuvo que hacer a un lado a sus favoritos y aceptar la postulación del “rebelde y odiado” Mario Marín, para no arriesgarse a perder una elección que se vislumbraba competida, porque el PAN gobernaba el país y la ciudad de Puebla. El entonces gobernador no aceptó ser el que entregara Puebla al panismo, porque no quería ser visto como un traidor al partido que le dio todo, como sí lo fue Ernesto Zedillo para los priístas en el 2000.

Faltan dos años para la sucesión estatal y comienza a percibirse un entorno similar para Mario Marín Torres, cuyo delfín, Javier López Zavala, no crece en las encuestas y solamente genera encono y rupturas internas, mientras su plan B, Alejandro Armenta Mier, comenzó su precampaña perdiendo Felipe Angeles, lo que de ninguna manera puede considerarse un buen presagio para él ni para el PRI.

Aunque puede tener un plan C o D (Blanca Alcalá y Enrique Agüera) ninguno le garantiza la victoria frente a un panismo cada vez más mañoso electoralmente y decidido a obtener la “ceresa en el pastel”, Puebla, ya que es la única entidad conservadora y con tendencia clerical que la derecha no ha ganado, como sí lo hizo en Guanajuato, Querétaro, Jalisco y San Luis Potosí.

Los promotores de López Zavala pregonan que su jefe será candidato por decisión unilateral de Mario Marín y puede que tengan razón, porque hace tiempo que se decidió por su delfín, al que ha promovido desde que ambos estaban en el ayuntamiento y al que llevó a perder la diputación federal en el 2000 y a ganar la local en el 2001.

El problema para Mario Marín es que su favorito no tiene posibilidades de ganar, porque carece de la confianza de la gente, su potencial de voto es escaso en las encuestas y, al interior del PRI, ha generado más rupturas que consensos, como lo demuestran sus pleitos públicos con Mario Montero, Javier Sánchez Galicia, Valentín Meneses, Enrique Doger Guerrero, Rocío García Olmedo y una lista cada día más extensa.

Entonces, para el 2010, a Marín Torres se le podría presentar la misma disyuntiva que a Melquíades Morales: imponer a un candidato que lleve al PRI a la derrota y, al mismo tiempo, lo convierta a él en un cadáver político, en el gobernador priísta que entregue Puebla al PAN y, con ello, se volvería una figura repudiada por los priístas poblanos, como lo es Ernesto Zedillo a nivel nacional.

El otro camino es dejar a un lado sus filias y fobias personales, pactar, llegar a acuerdos y aceptar al priísta mejor ubicado en los sondeos de opinión y con mayor potencial de voto, para que Puebla siga con las siglas del PRI. Esto le daría la posibilidad de mantenerse vigente políticamente y, sobre todo, garantizaría su tranquilidad una vez dejada Casa Puebla.

Elementos

*Un auténtico bono de “fin de interinato” es el que la dirigente del PRI municipal, Sandra Montalvo, se está preparando al exigirles a los regidores de su partido que le den una cuota de mil pesos, en lugar de los 500 que en realidad deberían aportar. Es claro que a los miembros del Cabildo les extrañó que Sandra Montalvo quiera duplicarles la aportación sin decir “agua va” y llegaron a la conclusión de que, como ella ya se va, no quiere salir del Comité con las manos vacías.

*Sandra Montalvo usó como pretexto que acordó con el coordinador de los priístas en el Cabildo, Jorge René Sánchez Juárez, que en esta ocasión se debe duplicar la aportación, aunque esta versión no ha sido confirmada ni desmentida por el eterno y millonario dirigente de la CROC. De confirmarse que Sánchez Juárez avaló el desfalco partidista a los regidores de su partido, quedará más que claro por qué no lo reconocen ni aceptan como líder de la fracción.

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