Melquiades se somete a López Zavala
—Crónica—
Selene Ríos Andraca
El montaje urdido por Melquiades Morales Flores y su grupo 24 de Mayo no surtió los efectos deseados, pues Javier López Zavala y la dirigencia estatal del PRI no salieron convencidos de la fe zavalista profesada por el exgobernador ante sus excolaboradores y más de 2 mil personas.
Al grito de viejitos célebres como: “Yo no controlo ni a mis nietos”, el círculo íntimo del oriundo de Santa Catarina brilló por su ausencia. Precisamente los señalados de trabajar para Compromiso por Puebla y su abanderado Rafael Moreno Valle: Socorro Alfaro, Carlos Alberto Julián y Nácer, Ernesto Echeguren, David Villanueva y Mario Riestra Venegas.
Para justificar la ausencia de su esposa, hijos y colaboradores más cercanos, Melquiades Morales comentó que todos estaban enfermos, “muy delicados de salud”, y para todos tuvo una enfermedad qué citar.
Por si fuera poco, el exmandatario hizo de su discurso un mea culpa para defenderse de la supuesta traición de la que nadie lo acusó: “Mi partido es y será hasta el final de mi vida la única organización política en la que milito y militaré, porque ha sido el gozo del desarrollo del país y porque los cargos que he tenido, entre ellos el de gobernar el estado, ha sido gracias al PRI, y ningún momento mis compañeros y yo daríamos la espalda a la institución que nos ha permitido trabajar por Puebla”.
Melquiades Morales reunió a sus excolaboradores y a su organización 24 de Mayo en el jardín del Centro Libanés y lo más notorio fue la incomodidad del exgobernador, su rictus desencajado y malhumorado durante la comida.
Ni el reencuentro con Carlos Arredondo, Héctor Jiménez y Meneses, Moisés Carrasco, Alberto Ochoa, Amado Camarrillo, Héctor Maldonado, Alberto Jiménez Merino, Víctor Manuel Giorgana y Alberto Amador Leal desató una sonrisa relajada en Melquiades Morales.
Parecía pedir perdón con la mirada en cada punto donde enfocaba su vista. Sus exsubalternos, los hombres más poderosos de hace unos ayeres, comprendieron a Melquiades y jugaron, unos momentos, con él a la simulación zavalista.
La elegancia y la civilidad política que Melquiades Morales ha aprendido a resaltar en momentos álgidos y complicados le fallaron en plena declaración zavalista, pero bendita suerte la suya que los más de 2 mil miembros de la organización 24 de Mayo tenían un deseo que pedir al final del protocolo y que no fue otro más que la súplica de volver al presupuesto.
La obligatoriedad del evento fue evidente para los melquiadistas y por eso en el transcurso de los discursos solamente se escucharon escasas porras y la mayoría para el exmandatario: “Pero las porras no deben ser para mí, sino para los candidatos”, pidió Morales Flores con la voz reducida.
Las referencias para Javier López Zavala fueron pocas, casi nulas. Lo nombró tres veces, una para saludarle, la segunda para decirle que trabajará a su lado y otra más para calificarlo como “un buen candidato”. Violando el protocolo priista, el exmandatario cerró su discurso sin la frase obligatoria: “¡Viva Zavala!”, y abandonó el micrófono después de “¡Viva el PRI!”.
“Tenemos un candidato a gobernador y estamos involucrados en su proyecto, esto es sin duda alguna la muestra de la voluntad política de usted y de la dirigencia de nuestro partido de incluir e involucrar a quienes en su oportunidad aspiraban a la misma responsabilidad, esta es una señal muy importante, un gran paso que reconocemos los que estamos sumados a su campaña”, comentó sin un gramo de oratoria, sin pizca alguna de entusiasmo.
El oriundo de Santa Catarina Los Reyes no pudo disimular su enfado ni siquiera con la solemnidad que tanto le ha caracterizado en su vida política y su discurso delató que su fe zavalista es una simple simulación: “Yo los invito a que con este entusiasmo y vigor propio del priismo de Puebla trabajemos brazo con brazo, hombro con hombro con los candidatos de nuestro partido para llevarlos al triunfo. Tenemos un buen candidato”.
Y él mismo puso el dedo en la llaga para cubrir un tanto el pudor que le ha provocado los rumores sobre su respaldo a Moreno Valle: “Hay que tener presente que la lucha política es lucha por el poder que debe prevalecer la unidad entre los miembros y militantes del partido, y no la simulación que tanto daño hace. También hay que tener presente que la lealtad no se puede simular, pues de inmediato salta a la vista del engaño cuando ésta se aparenta. Los aquí presentes estamos dando una muestra más de lealtad y de apoyo a nuestros candidatos y por ningún motivo regateamos o condicionamos adiciones”.
Para la tardía aparición de los melquiadistas en las filas de López Zavala, también tuvo excusa y pretexto: “Sin regateo, sin medias tintas, quienes colaboraban conmigo, ustedes amigos que me acompañan en este evento, evento que se ha venido reprogramando desde hace más de un mes y medio y que por fin se lleva a cabo, aquí estamos para sumarnos a su campaña, señores candidatos, y coadyuvar con el partido para triunfar de manera contundente e inobjetable”.
Los melquiadistas mantuvieron su fidelidad con el exjefe hasta que el protocolo llegó a su fin, pues apenas terminaron los discursos, los más hambrientos dejaron su pollo en salsa roja para hacer una fila y rendirse ante el eventual gobernador de Puebla.
Melquiades, hombre del poder, dio su venia a pesar de sí para la salutación. Pues al final, su insatisfacción y su dolor poco valieron para los desempleados y adictos al presupuesto que se acercaron lentamente a ponerse a las órdenes de quien pudiera ser el nuevo tlatoani en Puebla.